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MarchahaciaBruselas

OCTAVA ETAPA (Líneas imaginarias)

OCTAVA ETAPA (Líneas imaginarias)

 

 
Ya nos hemos adentrado en suelo galo y Diego, uno de los marchistas, trata de dilucidar por donde andará la línea que separa ambos países. Un único mojón en el camino nos indica que caminamos por Francia. Ha sido sencillo entrar en el territorio vecino pero somos conscientes que eso es debido a la época y al status de ciudadanos comunitarios que disfrutamos ahora. No siempre fué así. Tras la guerra civil, muchos compatriotas se dejaron la vida en el empeño de escapar de una férrea dictadura. Otros lo hicieron como los ciudadanos senegaleses, marroquíes o de otras nacionalidades que, actualmente, abandonan su tierra y su familia guiados por el sueño de encontrar un futuro mejor y un poco de esperanza en los utópicos paraísos de la vieja Europa. Como ellos, también los nuestros padecieron la nostalgia y el desarraigo. Pero fueron muchos  los que encontraron la posibilidad de una vida mejor que la que abandonaban y su sacrificio valió la pena. Recordarlo nos reafirma en la idea de que las fronteras están hechas a la medida de cuestiones mercantiles y que no tienen nada que ver con las personas. Hoy son los hijos de esos emigrantes junto a otros jóvenes de la CNT, sindicatos solidarios y el Nuevo Partido Anticapitalista quienes han salido a recibirnos a nuestra llegada a Fos. Con ellos compartimos huevos, longanizas y otras veleidades gastronómicas que traemos desde España, coronando la pitanza con un delicioso vino de Perpignan con el que nos obsequian. Aunque nuestro mayor regalo es su acogida. Su cariño incondicional que nos demuestra que, para los que somos capaces de compartir un sueño, no sirven de nada las barreras.

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